Los bienes y las riquezas del Padre son el poder divino que constituye la vida y la piedad de Cristo en tu vida como Hijo de Dios. Tal excelencia del conocimiento y la sabiduría de Dios manifiesta la gloria de su gracia en Cristo a través de tu salvación.
Por medio de Cristo recibes las promesas de Dios. En él, fuiste elegido según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu Santo, para obedecer y ser rociado con la Sangre preciosa de Jesucristo.
Él es la piedra viva, escogida y preciosa, en la cual eres edificado como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios.
Por lo tanto, la suma de dichas preciosas y grandísimas promesas implementadas en tu vida personal es el poder de Dios que te hace participante de su naturaleza divina en Cristo. En efecto, tu mejor diligencia de adquirir las virtudes de Cristo, el conocimiento y la sabiduría instructiva del Padre, y el fruto y los dones del Espíritu Santo te edifica como hijo de Dios. Te hace abundar en sus buenas obras, y te proporciona amplia y generosa entrada en el Reino eterno de Jesucristo. Él es el Señor y salvador personal de toda tu vida. Por lo cual, debes renunciar a la concupiscencia de tu propia naturaleza pecaminosa, y a toda fantasía engañosa y destructora de la corrupción que hay en el mundo a causa del pecado. 2ª P 1. 3-9
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